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El Último Sermón del Profeta Muhammad

Este sermón fue pronunciado en el noveno día del mes islámico de Dhul-Hiyya 632 AC (10 AH) en el “valle Uranah del Monte Arafat” en La Meca.

 

Después de alabar y agradecer a Dios, el Profeta, que la paz sea sobre él, dijo:

 

“¡Oh Gente!, prestadme atención con vuestros oídos atentos, porque yo no sé si después de este año estaré de nuevo entre vosotros. Por consiguiente, escuchad lo que estoy diciendo muy cuidadosamente y transmitid estas palabras a aquéllos que no han podido estar presentes aquí hoy”.

 

“¡Oh Gente!, así como vosotros consideráis este mes, este día y esta ciudad como Sagrados, de la misma manera considerad la vida y la propiedad de cada musulmán sagrada. Devolved las cosas que les fueron confiadas a sus dueños. No lastiméis a nadie para que nadie os lastime. Recordad siempre que vosotros os encontraréis con vuestro Señor, y que ciertamente Él juzgará vuestras acciones. Dios os ha prohibido practicar la usura (el interés); por consiguiente, se debe renunciar a todo interés de aquí en adelante. Podéis conservar vuestro capital. No perjudiquéis y no seréis perjudicados.  Al-láh ha dictaminado que no debe existir interés alguno y que todo el interés debido a Abbas Ibn Abdul Muttalib [el tío del Profeta] queda abolido de aquí en adelante”.

 

“Todo derecho que surja a causa de homicidios en días pre-islámicos de aquí en adelante queda abolido y el primer derecho al que renunció es el que surge de la muerte de Rabi’ah ibn Harith ibn ‘Abd al Muttalib”.

 

“¡Oh Gente!, los Incrédulos se complacen en alterar el calendario para hacer permisible lo que Al-láh ha prohibido, y en prohibir lo qué Al-láh ha permitido. Con Al-láh los meses son doce en número. Cuatro de ellos son sagrados, tres de éstos son sucesivos y uno ocurre individualmente entre los meses de Yumada y Sha’ban.

 

“Tened cuidado con Satanás, para salvaguardar vuestra religión. Él ha perdido toda esperanza de poder desviaros en las cosas grandes, así que tened cuidado de no seguirle en las cosas pequeñas”.

 

“¡Oh Gente!, es verdad que tenéis ciertos derechos con respecto a vuestras mujeres pero ellas también tienen derechos sobre vosotros. Recordad que las habéis tomado como sus esposas sólo bajo el depósito de Al-láh  y con Su permiso. Si ellas cumplen con vuestros derechos entonces a ellas les pertenece el derecho a ser alimentadas y vestidas bondadosamente. Tratad bien a vuestras esposas y sed amables con ellas porque ellas son vuestras compañeras y atentas auxiliadoras. Y es vuestro derecho que ellas no hagan amistad con quien vosotros no aprobáis, así como nunca ser impúdicas. ¡Oh Gente! escuchadme acerca de esto: adorad a Al-láh, realizad las cinco oraciones diarias, ayunad durante el mes de Ramadán, y dad de vuestra riqueza como Zakat. Realizad la peregrinación si tenéis los medios”.

 

“Toda la humanidad desciende de Adán y Eva, un árabe no tiene ninguna superioridad sobre un no-árabe, ni un no-árabe tiene superioridad sobre un árabe; tampoco el blanco tiene superioridad alguna sobre el negro, ni el negro tiene superioridad sobre el blanco… excepto en piedad y buenas acciones”.

 

“Sabed que el musulmán es hermano de cada musulmán y que los musulmanes constituyen una hermandad. Nada que pertenezca a un hermano musulmán será lícito a otro musulmán a menos que sea dado libremente y de buena gana. Por consiguiente, no seáis injustos entre vosotros. Recordad que un día estaréis frente a Al-láh y responderéis por vuestras acciones. Así que tened cuidado, no os desviéis  del camino de la rectitud después de que yo me haya ido”.

 

“¡Oh Gente!, ningún profeta o apóstol vendrá después de mí, y ninguna nueva fe nacerá.  Por consiguiente, razonad bien, ¡Oh Gente! y comprended las palabras que os he transmitido. Dejo tras de mí dos asuntos: el Corán y mi Sunnah y si vosotros les seguís nunca os desviaréis”.

 

“Todos aquellos que me escuchan deben transmitir mis palabras a los demás y estos a otros de nuevo; y pueda que los últimos entiendan mis palabras mejor que aquéllos que me escuchan directamente.  ¡Oh, Al-láh! ¡Sé testigo de que he transmitido Tu Mensaje a Tu gente!”.